6.17.2006

Cómo explicar que me siento un poco triste sin caer en el absurdo o en las mentiras, cómo explicar que en cierto modo no hay más motivos que esta lluvia, lluvia que impiadosamente repiquetea contra el techo de vidrio y empaña las ventanas; cómo expresar esta tristeza lluviosa si ninguna onomatopeya pluvial me simpatiza, busco términos y no encuentro ninguno apropiado así que me limito a saltearme esa parte, no hablo de mi tristeza porque no logro mostrarla tal cual es, tristeza desnuda y transparente como una gota de lluvia.
Y así me evado de ella, me distraigo, pretendo saltearme la parte que no me gusta, que no me sale o me asusta un poco. Saltearlo como se saltan los charquitos y las baldosas flojas: gesto iluso de mi parte, sé muy bien que nunca voy a lograr saltar exitosamente un charco ni esquivar una zanja, lo sé tan bien como lo saben mis zapatitos, mis polainas, mis pantalones que se arrastran y mis afortunadas polleras cortas.
Pero si la parte que me aterra soy yo misma ¿cómo hago para saltearme? ¿Cómo salto afuera de mí misma, cómo salteo la casillera con la piedrita en mi cortazariana rayuela, si al fin y al cabo la piedrita soy yo? Encerrada en una rayuela transparente, en una gota de lluvia, en una lágrima. Incapaz de esquivar los charcos salados y destinada para siempre a la humedad, ya no me resultan tan antipáticas como antes: plic, ploc (o plop, como diría la desaparecida maga amarilla).





"Pero uno está triste lo mismo."
y la lluvia es un espejo que me ayuda a verte bien.