En en una ciudad desteñida y maravillosa, llena de rincones y calles perdidas por donde se pasean los fantasmas, los recuerdos y los olvidos; camina lentamente pisando las baldozas irregulares sin fijar la vista en nada, saboreando la humedad tipica y huyendo casi inconscientemente de los rayos del sol, dobla en una esquina y después en otra, toca algún timbre, sube alguna escalera de alguno de los tantos edificios en uno de los diversos barrios. Entra en un departamento cualquiera, pasa a una habitación entre otras, se sienta en un piso como todos. Una casa más, una calle más, una alfombra más.
Y sin embargo.. no. Porque entre todos los ojos, hay algunos pares de ojos; ntre todas las manos, hay algunas pocas manos. Dedos y miradas que la acarician distinto, oidos que escuchan con una ternura particular, voces una capacidad especial para hacerla sonreir. En esos pisos de Buenos Aires están ellos, sus amigos. Como partecitas de ella desparramads por toda la ciudad, casi que cada uno en un barrio diferente, cada uno con su propio mundo, sus propias burbujas, sus propias canciones. ¿Qué sería de la ciudad, a sus ojos, sin ellos? Perdería brillo, perdería magia. Saber que hay rincones llenos de abrazos y risas transfroma cada jacarandá y cada nombre de cada calle y cada adoquín y cada minuto en esa ciudad hermosa. Los vuelve plenos, los vuelve invaluables.
Y por eso, gracias. POrque ella sabe que no les escribe muy seguido, que suele rendirle más tributo a su tristeza o a sus dudas que a lo feliz que la hacen, es que hoy decidió contarles en tercera persona y con colorcitos lo mucho que los adora.
--gracias a mi musa para este texto (con lo que le gustan los atuendos femeninos, bien puede ser llamado musa). gracias por sus palabras dulces y bonitas (algunas muy desprolijas)(jaja), gracias por su comprension, por su interes, gracias por su amistad.--
2.06.2006
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2 comments:
aay, sos un amor belcita.
te quiero taanto, pero tanto tanto.
Cuando esa ciudad de baldosas, edificios, escaleras, cuartos, alfombras, tactos y vistas se duerme, en ella relumbran pequeñas y casi imperceptibles lucecitas. Sólo saben irradiar una energía que sólo saben recibir los verdaderos destinatarios de ese ardor enrojecido de caricias y abrazos. Y esas luces que apenas brillan en la frecuencia indicada, se dedican por las noches a rememorar y a pensar en aquellas otras estrellas, no impecables, pero sí imprescindibles.
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